Yo no estaba y tu no eras. Nos conocimos en una
situación no muy normal (, pero) la ausencia de nuestras almas confirmó que
tenía que ser. No podía no ser. Haciendo oídos sordos nos enamoramos de los
rugidos de nuestra voz, de los latidos de nuestros dedos y del dolor.
Tanto
dolor que al final tus ojos se volvieron transparentes, mis miradas estaban
dirigidas a la nada y las tuyas a mis pechos, que no podían dejar de quererte… quererte
cerca.
La
vergüenza no existía en el escondite de nuestra pasión: La habitación 397. La
habitación del horror, la habitación del fervor, la habitación que nos unió
para siempre.
Aquel
lugar donde tu sexo era mi boca y nuestro amor, un florero. Las 4 paredes más
tristes más excitadas jamás.
La
habitación 397 nos echa de menos. Dice que ya no gritas. Yo le digo que nada
dura para siempre. No me cree, yo tampoco.
Pero
sigo mi juego. Bailo con manos sin cuerpo, con cuerpos sin alma, con el frío
del calor… Y me divierto por momentos. Falsos cuentos de hadas que empiezan y
acaban siempre igual; roles que se repiten.
Como cada día despierto en la habitación 397 con un cuerpo
diferente a mi lado. Me levanto, como cada día, con el pie izquierdo. Digo,
como cada día "ya no estoy enamorada de ti". Beso mis paredes. Me
pongo los zapatos. Te doy tiempo para que desaparezcas.
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