Cuando algo puede
salir mal, sale mal. Es algo
que he aprendido y aceptado con el tiempo. Pero no sólo he aprendido a aceptar
las situaciones en las que la vida da la vuelta a todo, si no que además, he
encontrado la manera de querer y sonreír a estas situaciones. Aceptando que mi
vida, que cualquier vida, no es más que la suma de muchos giros, cambios y
entendiendo que, al final, la gracia está precisamente ahí.
Me gusta mucho la
fotografía, no de manera profesional, simplemente me gusta congelar los
momentos, me apasiona guardar recuerdos en imágenes y poder revisarlos,
escrutarlos y de esa manera poder revivirlos de vez en cuando. Hace no mucho
alguien me dijo: lo estás volviendo a hacer, estás volviendo a revisar
recuerdos. Supongo que soy una nostálgica empedernida.
Cada sentido humano
es mágico pero la vista tiene algo especial. La memoria borra demasiado rápido las
formas de los edificios, de las caras, de las personas. Nunca os ha pasado que cerráis los ojos
muy fuerte para poder dibujar una situación pasada sin éxito? Es entonces
donde entra la maravillosa fotografía, capaz de congelarlo todo, olvidando el
reloj, creando un instante infinito.
En mi último día de
mi última visita a Madrid decidí llevar conmigo la Polaroid para inmortalizar
mi ciudad. Esa Madrid que me hace mirar al cielo y que es capaz de hacerme
volar. Estaba comiendo en una terraza en la plaza de San Ildefonso y entonces
surgió uno de esos silencios que ocurren entre dos personas que se entienden
sin hablar, miré al cielo y vi uno de esos edificios tan de Madrid. De repente
pensé: este es uno de esos momentos mágicos de los que no me quiero olvidar
nunca, este es uno de esos recuerdos que quiero guardar.
Así que saqué
mi Polaroid, y después de pensar bien la foto, encuadrar y
disfrutar de este proceso que nace del miedo de que la foto no salga bien,
apreté el botón. Cuando pasan los minutos de rigor descubro que la foto como
no, ha salido mal. Pasa casi siempre, las cosas no salen como uno las
ha planeado.
La foto está quemadísima. Es un lienzo casi blanco del que apenas se distingue cielo, edificio o borde de la foto. Y entonces sonreí, abracé ese momento pensando, cómo no. Si algo puede salir mal, saldrá mal. Pero ahora tengo una foto de un Madrid completamente blanco, limpio y puro, esperándome para que lo llene de color. Tampoco está tan mal.
La foto está quemadísima. Es un lienzo casi blanco del que apenas se distingue cielo, edificio o borde de la foto. Y entonces sonreí, abracé ese momento pensando, cómo no. Si algo puede salir mal, saldrá mal. Pero ahora tengo una foto de un Madrid completamente blanco, limpio y puro, esperándome para que lo llene de color. Tampoco está tan mal.
Me gusta lo que dices Ceci y Madrid....mágico.Mar
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