La
percepción es un concepto que me tiene fascinada últimamente. La realidad es
una, la misma para todos. La realidad es el suelo que pisamos, la hora en la
que vivimos y el aire que respiramos. Pero la percepción es lo que convierte
una realidad grande y universal en tantas realidades como personas hay.
Cada
persona pisa el mismo suelo pero lo vive de manera diferente, cada persona ve
el mundo de una manera distinta. Esto es fascinante. Y es aun más fascinante
cuando lo que esa persona ve es a uno mismo.
Es curioso
como el mundo puede vernos de una manera, pensar que somos más simpáticos,
generosos, egoístas, etc. y nosotros, en nuestro interior, vernos de una manera
completamente diferente.
A veces
molaría poder salir de nosotros mismos y vernos desde fuera, y poder ver así, de esa manera, un poco de lo
que los demás perciben. Porque por norma general la percepción que tenemos de
nosotros mismos es siempre algo que nos hace pequeños, infravalorarnos.
A veces
estaría bien cambiar tus ojos con el de alguien a quien quieres para ayudarle a
ver la luz que sus ojos no tienen. Pero no se puede, ahí es donde está la magia
de la percepción, altamente ligada con el autoconocimiento, con el respeto
hacia uno mismo, y en definitiva, con quererse.
A veces
hace falta pasar un ratito con uno mismo para entenderse, hacerse preguntas, y
lo más difícil, contestarlas. He pasado por alguno de esos procesos un par de
veces en mi vida, y puedo decir que es una de las cosas mas duras por las que
he pasado. Es muy complicado poner en duda todo lo que eres, pero es muy
placentero cuando ves que eres capaz de reorganizar alma, sentimientos y
rutinas. Diría que es necesario, es necesario conocerse, para poder ver así el
mundo sin niebla, sin distorsiones. Para poder ver una realidad clara, limpia
y con mucho, mucho sol.
Qué bonita reflexión. Me gusta mucho el texto.
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